miércoles, 9 de enero de 2008

Semblanzas autobiograficas

CON PERDÓN
Por esta vez, contando con vuestra benevolencia, amados lectores, voy a prescindir del presuntuoso plural y de la socorrida forma de tercera persona para hablaros desde aquí en la primera y en numero singular. Es decir que voy a hablar de mí y haceros algunas consideraciones acerca de un único personaje que, en este caso , seré yo . " YO" , dicho así , sin eufemismos que por algo en el titulo hago alusión a mí autobiografía.
Perdonadme pues, este atrevimiento tan fuera de los cánones establecidos para esta clase de ligeras croniquillas y vamos allá!.
A LAS PRUEBAS ME REMITO.
Mejor dicho, me remitieron. Sucedió que un día de la semana pasada me encontré sobre mi mesa de la redacción una orden de mí Director para que asistiera , en representación del periódico, a las pruebas de mar de un magnifico buque que acababa de salir de unos importantes astilleros vizcaínos.
Si siempre acojo de buen grado las ordenes de la Dirección, que para eso estoy y por eso me dan mi sueldo, en esta ocasión la cosa no pudo ser mas agradable para mí. Ahí es nada , ir a navegar por unas horas en un moderno transatlántico a recordar tiempos ,"ay", idos para siempre, cuando yo , sin nadie que me lo impidiese , corría el mundo de un extremo a otro. ( Ya sé que el mundo no tiene extremos, pero es un decir)
Llegado que hubo el día señalado me metí en el tren y ! hala , al puerto exterior!. Al llegar al embarcadero de Las Arenas, sentí a mi pesar algún desasosiego, porque el fuerte ventarrón del Noroeste y la corona de espuma que cubría el rompeolas, junto con el cariz achubascado del cielo, me indujeron a pensar en que podía haber mas baile del que yo quisiera, porque había que tener en cuenta que iba para veinte años que yo no pisaba la mar.
!Pero como rehuir la obligación!. De ningún modo. Y me zampé en el remolcador, que me llevó, con muchos invitados, marinos en su mayoría, a bordo de la gallarda nave que iba a ser probada.
Salimos, pues a la mar, después de las faenas inherentes a la puesta en franquía de una tan pesada mole. Y navegamos en demanda del punto de la costa, allá cerca de Oriñon, donde está marcada la milla que había de servir de fiel contraste.
No detallaré aquí el resultado de la prueba, que es cosa que toca de cerca solamente a los técnico que para ello fueron embarcados. Diré solamente que había mucha mar.
Y que el barco daba unos cabezazos de proa a popa que , contra todos mis temores, pude resistir perfectamente sin que las bascas del mareo hicieran activa presencia.
A LO QUE ÍBAMOS
Resulta que las pruebas, al cabo de un par de horas, se dieron por terminadas y el barco volvió al puerto exterior donde dió fondo, primero con el ancla de estribor y después con la de babor, y cuando todo estuvo arranchado bajamos los invitados a almorzar ! al comedor de primera!. No tal; al de emigrantes, instalado en el centro del buque, de banda a banda, en un salón espacioso, con multitud de ventanillas a los costados, y a la cara de proa del puente con una soberbia instalación de luz eléctrica, en varias mesas largas y otras pequeñas, de restaurant, con sus butacas giratorias, fijas en el suelo, con potentes ventiladores en el techo, con un decorado suave de tonos claros, con radiadores para la calefacción, con un montón de comodidades que se perciben a simple vista.
Y allí nos sirvieron un verdadero banquete, utilizando vajilla de loza fina, cristalería limpisima y cubiertos, si no de plata maciza, de algo que se le parecía mucho., y todo ello de lo que ha de usarse para el servicio de los emigrantes.
Y nos atendieron, a las ordenes de un mayordomo, gran numero de camareros de la plantilla del buque-del personal de fonda- con uniforme y guante blanco, es decir, de la misma guisa en que han de prestar su servicio a los señores emigrantes.
Porque como tales señores viajan ahora los que emigran, a quienes se aloja en camarotes de dos, cuatro o seis literas, con ropas blancas de cama, con cuartos de baño esplendidos, con salón de té y tertulia, con autorización si quieren para recorrer todo el barco, de proa a popa, Y en mis tiempos... Pasemos a otro capitulo.
EL ANTIGUO "ALFONSO XIII."
El día 23 de Noviembre de 1894, ya fecha, salí del puerto de Santander, con destino a La Habana, como pasajero de tercera ordinario, - emigrante- a bordo del vapor correo español " Alfonso XIII". Aquí podéis ver la vera efigie de aquel famoso barco. Pero en aquel tiempo que yo fuí pasajero de él , no era como ahí lo veis. Tenia entonces cuatro palos, de los cuales dos, el trinquete y el mayor, o sea de proa a popa, los que estaban antes de la chimenea cruzaban , es decir, disponían de dos gavias o vergas, cada uno, para ayudar a la maquina con la navegación a vela en tiempos favorables. Los otros dos palos, el mesana y el contramesana tenían picos ó cangrejas y tambien podian dar lona al viento si hacia falta. Andando el tiempo se le hizo la reforma necesaria para que apareciera como lo veis en la fotografía y así navegó el "Alfonso XIII" durante varios años hasta que un día , se acostó de babor sin saber como en la bahía de Santander y no se levantó más.
Igual que él era el "Reina María Cristina" en el que hice otro viaje a La Habana, trece años más tarde, y sufrió la misma reforma, hasta que no hace mucho lo pintaron de blanco, lo emperifollaron y lo dedicaron al turismo, dando lugar a que la gente de mar le pusiera el remoquete de "la viuda alegre". Ahora si no me engaño está en Barcelona de pontón, o acaso condenado a un próximo desguace.
COMO VIAJÁBAMOS
Volvamos al punto de partida. Como decía, salí de Santander, en el "Alfonso XIII", el viernes 23 de Noviembre y tan pronto como dejamos por la popa el faro de la isla Mouro, me entró el mareo, que ya no me dejó hasta dos o tres días después, a excepción de las pocas horas de escala en La Coruña, que entonces no se hacia con la de Gijon-Musel. En esos dias no pude dar cuenta alguna de mi vida, pero después una vez ya avezado a los balances del barco, me convertí en un emigrante concienzudo, pese a los pocos años, no llegaba a la docena del fraile, con que contaba mi existencia.
Y recuerdo perfectamente que mi genero de vida a bordo era el siguiente: Dormían los pasajeros de tercera, lo menos ochocientos, si no recuerdo mal, en literas superpuestas de tres en tres y colocados de banda a banda, y de proa a popa en toda la amplitud del sollado de proa, al que daba acceso una doble escala que ocupaba toda la boca escotilla de la bodega número dos.
El barco no nos daba más que la lona de la litera, de modo que de almohada poníamos algo de equipaje manual que llevábamos, y para taparnos , cada cual llevaba la manta de su propiedad con la que aguantaba el frio. Las mujeres y los niños estaban separados de nosotros por medio de un toldo de lona, a lo mejor lleno de agujeros.
Al amanecer se oía la voz del camarero- nombre con el que se designaba a un tripulante que por lo general, era un simple bodeguero que entendía de achaques de servicio domestico como yo de amaestrar rinocerontes- que gritaba: Arriba, que viene la manguera. Y efectivamente, empezaba el baldeo, sin tener en cuenta maletas, sacos de ropa ni nada. Agua va y agua viene, hasta que el sollado quedaba libre de las mil inmundicias que se acumulaban allí durante una noche de más ó menos mala mar. Y detrás del baldeo venia la fumigación, que hacia insufrible la permanencia en el sollado.
Y nosotros teníamos que permanecer en cubierta, en el castillo ó en la caja de proa, pues del puenta para popa nos estaba vedado el paso, para lo cual nos cerraban las barandillas. Si hacia frio nos lo chupabamos lindamente y si llovia nos tendian un toldo debajo del cual nos cobijabamos a cantar , a relatar historietas ó a añorar la aldea lejana, a la que muchos "ay" no habian de volver.
El regimen de comidas era el siguiente; Al embarcar, nos dividian a los emigrantes en grupos de diez y aquel que pareciera el más caracterizado recogia en la despensa dos platos grandes de lata ó zinc , otros diez individuales de lo mismo y diez cucharas, un porrón para el vino de igual metaloide y un serón para el pan de cada comida, o para la galleta que daban cada mañana para el desayuno. Este consistia en café solo, bien cargado de achicoria o de azucar tostada, para que tubiera color y lo tomabamos en unos tanques de lata, a los que no me referí antes por olvido, donde teniamos que poner a remojo la galleta durante un buen rato.
A las diez de la mañana y a las cinco de la tarde nos daban la comida. Uno de cada rancho iba a la cocina con un plato grande primero y con el otro despues a recoger la comida para los diez; lentejas con carne, o bacalao, u otro guiso semejante, bien compuesto eso si y abundante. Otro compañero bajaba a la gambuza con el serón para el pan y el porrón para el vino. Y en el primero le echaba el gambuzero tambien el postre; avellanas o pasas, ó higos secos ó nueces en cantidad suficiente para los diez.
Y al terminar la comida se armaba la manguera en el transcamil y allí iba el compañero de turno a fregar los cacharros, cuyos residuos se llevaba el agua, yendo directamente al mar por los imbornales. Y así , hasta llegar a La Habana, el miércoles 5 de Diciembre a la vista de cuyo puerto, en vez de cumplir las ordenes de devolución que no nos habian dado, hicimos lo que se hacia siempre segun los experimentados; arrojar por la borda los platos grandes, los pequeños, las cucharas, los tanques, la sera y el porrón.
OTROS VIAJES
Y no se crea que ese trato era exclusivo del "Alfonso XIII", ni de los demás buques españoles, en Marzo y Abril de 1899 vine de Cuba en el vapor "Wellington" de la Transatlantica francesa y añoraba con envidia el viaje de ida.
Me acuerdo que en la madrugada del Viernes Santo me hicieron levantarme a toda prisa, porque acababa de fallecer de tuberculosis mi vecino de litera.
En Enero de 1908 hice otro viaje en el " Reina Maria Cristina", al que antes aludí, y fue en todo igual que el del Alfonso, salvo que para mi habian transcurrido ya algunos años. Llegamos a La Habana el dia 2 de febrero , el mismo día en que asesinaron en Lisboa al Rey y al Principe heredero de Portugal.
De este segundo viaje regresé en Agosto del mismo año en el vapor aleman "Allemannia" y durante el viaje tuvimos que amotinarnos por la detestable calidad de la comida. Lo que no recuerdo yo que haya ocurrido nunca en buques de bandera española.

Bilbao. Septiembre de 1931.
Roger de Juval. El Noticiero Bilbaíno.




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