domingo, 3 de febrero de 2008

LA CASTA ESPECIAL DE LOS TORREROS DE FAROS

Don Ricardo Solana, zapatero, torrero, funcionario municipal.
El cabo Machichaco.
El faro del Caballo, en Santoña.
El faro del Pescador, en la vertiente opuesta de Santoña.
La isla de Mouro, en Santander.

El faro de Cabo Torres, en Gijon.


EN BUSCA DE UN INFORMADOR

Días pasados, barajando en nuestro magín el deseo de hacer una información interesante que guardara relación con nuestras indiscutibles aficiones a cuanto tenga nexo con la mar, se nos ocurrió que muy bien podriamos tratar el tema de los torreros de faros, esos heroes de todos los dias de su vida, en quienes confian ciegamente los marinos de todo el mundo, porque saben perfectamente que si un faro, que debe lucir, está apagado no puede ser por otra razón que por la de haber muerto de repente los encargados de su custodia.
Y en vez de coger un tren ó un auto hasta Algorta y seguir luego a La Galea, por ejemplo, decidimos aunque parezca incongruente encaminarnos al ayuntamiento de Bilbao. Y una vez en la Casa de la Villa, penetramos por el pasillo izquierdo de la planta baja y fuimos a parar a la Sección de Hacienda, donde encontramos lo que buscabamos.
Lo que buscabamos era un antiguo amigo a quien conocimos hace mas de veinte años en la pintoresca villa de Santoña, donde nació , creció y heredó de su finado padre el honrado oficio de zapatero, trocado luego por la dura profesión de torrero de faros, y más tarde por la más tranquila de funcionario municipal. Don Ricardo Solana Piedra, actual Investigador de Contribuciones Directas del Ayuntamiento de Bilbao, sigue perteneciendo al cuerpo de Torreros de Faros, como Jefe de Negociado, torrero primero, en situación de supernumerario desde 1916.
Don Ricardo Solano sirvió siete años como torrero efectivo en los faros del Pescador y de el Caballo, en Santoña, como torrero accidental en el de el Busto, en el puerto asturiano de Luarca y como suplente en la Jefatura de Obras Publicas de Alava, Vizcaya y La Coruña, habiendo ido , después de pertenecer al Ayuntamiento, a tomar posesión de varios cargos a fín de mantener su derecho a seguir en el Cuerpo con carácter de supernumerario.

LA VIDA EN EL FARO

No existe en el mundo ciudadano alguno que pueda decir que su vida es mas dura que la de un torrero de faros. Su jornada de trabajo , de trabajo extremadamente intenso, no son los hombres quienes la determinan, sino las fuerzas ciegas de la naturaleza.
A la puesta del sol hay que dar la luz al faro, y desde aquel mismo instante hasta la hora de apagar, bien entrada la mañana. Tiene que vigilar cuidadosamente todos los instantes, pues al menor descuido puede sobrevenir un apagón, que acaso tenga funestísimas consecuencias.
Hay que estar constantemente cierto de que la rotación se verifica normalmente, de que no se altera en ningún momento la periodicidad y la coloración de los destellos, de que no varíe nunca la intensidad del alumbrado, de que no se empañen los cristales, de que no suceda nada que no deba suceder.
Durante el día hay que limpiar la linterna, engrasar los aparatos, examinar bien y concienzudamente, para que por la noche no se altere el funcionamiento, preparar el combustible y llenar además todas las formalidades administrativas con partes, registros, comunicaciones, notas de pedido, etc..
Y sobre todo , hay que poner la virtud suficiente para saber habituarse a la soledad , en los faros unipersonales, ó a la convivencia continuada con un compañero, posiblemente de gustos y condiciones opuestas.
Y hay que hacer que la esposa, si se tiene, se acostumbre a la misma y sepa llevarse siempre bien con la del compañero. Y hay que renunciar a dar a los hijos otra educación que la que uno mismo pueda ofrecerles, a menos que se consienta en una separación siempre dolorosa.
Y sin embargo de todo esto, a pesar de esta vida tan al margen de toda sociedad, los sufridos hombres de los faros, verdaderos marinos en tierra, abocados como los otros a las furias ciegas de la mar, pagados con un sueldo asaz mezquino, no se quejan nunca , ni hay noticias de que jamás un faro deje de encenderse a su hora, y de señalar a los navegantes la ruta que han de seguir para hurtar al buque de las asechanzas de los escollos de la costa.
Un visitante de un faro cualquiera queda extasiado, por lo general, ante el panorama marino que desde él se contempla, pero qué diferencia entre la impresión de una visita rapida y la permanencia contínua, a la que hay que añadir la contínua vigilancia. El faro tiene, si, sus encantos, pero nó para el torrero, que no puede abandonar ni aún de día si no es bajo su mas estricta responsabilidad.

EL ALUMBRADO DE NUESTRAS COSTAS

En general, puede decirse que es casi completo y modernisimo el plan de alumbrado de las costas españolas.
Tenemos en España seis ordenes de faros, que se distinguen por la potencia y alcance de la luz y por la situación más ó ménos estratégica de sus emplazamientos.
Como ocurre en todos los países, las características de cada faro son constantes en todo tiempo, no solamente por lo que afecta a la luz en sí y a sus destellos, ocultaciones y ráfagas , que siguen siempre el cielo asignado en los derroteros a cada faro, sino también por los signos perceptibles desde la mar durante el día. Así , por ejemplo, un faro que al terminar su edificación se le pinta con una franja roja de arriba abajo, habrá de subsistir siempre con la misma franja sin que pueda cambiarse el color o la dirección , a menos que se publique un aviso anunciándolo en todos los países del mundo y se lleve la reforma a la primera edición nueva del derrotero de la costa en que está enclavado.
Y no está permitido variar la construcción de un faro, ni elevar en sus proximidades edificios que puedan dar lugar a confusión, desde la mar, de las características con que aquél aparece en los cuadernos.
Los faros de primero, segundo y tercer orden estan emplazados en los puntos mas salientes de nuestras costas y sirven para localizar la situación de los buques y corregir la estiba. Son en suma, faros de recalada, ante los cuales los buques varian el rumbo para dirigirse en demanda del puerto de destino.
Así por ejemplo, Machichaco, a donde recalan los buques que vienen a Bilbao, desde el norte de Europa. El faro de Machichaco es uno de los principales de España, provisto de un modernisimo aparato extradioptico, con luz de incandescencia por vapor de petroleo a presión, de alcance y visibilidad extraordinarios.
Otro faro muy importante es el de Cabo Villano, en la costa gallega, con alumbrado electrico, producido por potentes motores instalados en el mismo faro.
Cuatro torreros hay en cada uno de estos faros, y los infelices no tienen mas comunicación con el mundo que la que les brinda cada quince o veinte dias- contando con que la mar no se lo impida- el buque del estado que les suministra los alimentos, el material necesario para el faro y la correspondencia.
Otra situación tristísima es la de los dos hombres que prestan servicio en el faro de Alegranza, en Canarias, situado en un islote volcanico y totalmente desprovisto de vegetación, y alejado de las islas habitadas del archipielago, de tal suerte que ni en los dias mas despejados puede divisarse su contorno desde la alta plataforma de la linterna.

NUESTROS GRABADOS

Ademas de la foto de nuestro informador y de una vista del faro del Cabo de Machichaco, aparecen las siguientes fotografias;
Faro de El caballo en Santoña: Paisaje agreste en grado sumo. El faro está situado en un pequeño saliente a muy poca elevacion sobre el mar comunicandose con él por medio de una sencilla escala colgada de un tangón.
En un principio esta era la unica comunicación posible, pero hostigado el amor propio de un celebre ingeniero, se construyo alla por el año 1860 una obra colosal , consistente en seiscientas ochenta y cuatro escalones tallados en plena roca, para alcanzar, salvando espantables precipicios la cima del monte San Felipe, doscientos metros mas alta que el faro.Asombra pensar en los peligros que esta obra habrá proporcionado a sus constructores materiales- que según se dicefueron los reclusos del penal de Santoña.
El autor de estas lineas subió y bajó los seiscientos ochenta y cuatro escalones en una tarde memorable y no le quedaron ganas de repetir la hazaña. Y los torreros y sus familias recorren a diario la escabrosa escalinata.
Faro del Pescador: Tambien en Santoña. Asentado en la vertiente opuesta del monte, que remata el pico de la Corona, a cuya falda se extienden las construcciones de la colonia penitenciaria del Dueso . Desde la plataforma que domina un paisaje de mar agitado, contempló el que abajo firma el eclipse de sol de Abril de 1914.
Faro del Cabo Torres: En Gijon, el puerto del Musel al fondo. esta vista evoca los recuerdos mas intensos de nuestra niñez tan lejana.Por aqui soliamos pasear y hacer diabluras en pandilla, los chicos gijonesesen aquellos tiempos en que no había aún faro y en el que el Musel, cuyas obras empezaron el 8 de Agosto de 1892 no era aun mas que un atrevido proyecto, en constante pugna con otro que acaso fuera mas beneficioso y que no llegó a cuajar; el del Apagador, puerto verdaderamente gijones, considerable ampliación del actual puerto local.
Faro de Isla Mouro: a la entrada de la bahia de Santander, frente al palacio de la Magdalena. No hay mas que ver el espectaculo que ofrece, con esas olas gigantescas que llegan a cubrir la torre, para hacerse una idea de la durisima vida a que estan amarrados los torreros.
Faro de Sorrokoguena: A la entrada de Pasajes. Otro encanto de la vida de los torreros.

Roger de Juval . El Noticiero Bilbaino. Bilbao . Diciembre de 1931



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