martes, 22 de enero de 2008

AÑORANZAS AUTOBIOGRAFICAS



MATRICULA DE BILBAO


VISITA INTEMPESTIVA

Tenía yo deseos de contar al publico, así como no ha muchos días me referí a mis emigraciones, algo de los tiempos en que, por azares del destino, me dediqué a la navegación, ocupando un cargo asaz humilde entre la tripulación de los siempre famosos barcos de la matricula bilbaína. Y consecuente con estos mis deseos, eché un vistazo por la ria y me fije en el vapor "Bizcaya", que cargaba mineral en los cargaderos de "los Baldes" en Zorroza.
Requerí , pues, la indispensable ayuda del amigo fotografo, y previa una carta de presentación que me facilitaron en las oficinas de la casa armadora, la Naviera Mundaka, nos encaminamos los dos, al punto de la ria en que se encontraba el "Bizkaya", según había yo visto en mis pesquisas de días atrás.
Pero sucedió que en el momento en que nos apeamos del tranvia en "Los Baldes", observamos que el barco tenía ya dos remolcadores al costado y que estaba empezando a largar amarras, por lo que supusimos, que el barco se nos escapaba con rumbo a Rotterdam, según me habían dicho en la Casa cuando fuí a buscar la carta.
Y ya pensábamos en volver atrás, cuando hube de fijarme que en " la marca del seguro" estaba aún a algunos pies por encima del agua, y pensé que no era natural que el "Bizkaya" saliera a la mar a media carga.
Hice, pues, las consiguientes averiguaciones y supe por un empleado de los cargaderos, que el barco iba a completar su cargamento a Triano, en aguas de Sestao.
Esperamos la llegada de otro tranvía y nos lanzamos al nuevo punto de atraque del "Bizkaya".


YA ESTAMOS A BORDO

Descendimos del tranvía en el puente de la Punta, división de los términos de Baracaldo y Sestao y nos metimos, vía adelante, por los terrenos del ferrocarril de la Diputación, hasta llegar al cargadero.
Allí no había barco alguno, pero las impaciencias y los preparativos del personal de servicio, nos dieron a entender que se esperaba la llegada del "Bizkaya". Y efectivamente, media hora después, apareció el barco, navegando lentamente, ante los muelles de Altos Hornos, con un remolcador por la proa y otro por la popa, y al costado un bote para la maniobra de recogida de los cabos y calabrotes precisos para el buen amarre.
El barco venía de popa , y así dió una estacha al muelle próximo, según se mira al Abra, y con otra estacha por la proa al mismo cargadero y dos calabrotes de acero a las boyas fondeadas en el canal, empezaron a "cobrar" las maquinillas de a bordo, bajo la dirección del capitán, del práctico del puente y del práctico-amarrador en tierra, cuyas ordenes cumplimentaban directamente los mozos de cubierta dirigidos por "nostramo", el contramaestre, y el barco quedó atracado de tal modo que la pluma del cargadero cayera directamente encima de la boca escotilla de la bodega número dos.
Pusieron una planchada de medio metro de ancho para que saltara a tierra el práctico que había traído el barco desde Zorroza, y por aquel estrecho paso saltamos a bordo el fotógrafo y yo , previa entrega de la carta de la Casa a un oficial que se acercó a la amura, por la banda de estribor, que era la atracada por el buque.

EL CAPITAN DEL BIZKAYA

Don Juan Domingo Arana, que así se llama el que "después de Dios es el amo de a bordo" es un marino de los típicos, horro de palabras y de trato un tanto brusco, como hombre avezado a la lucha continua con los elementos. No le falta, a nuestro juicio mas que la clásica sotabarba, para ser un verdadero lobo de mar,de los que aparecen en las viejas estampas de los aguafuertes del pasado siglo.
Nos dirigimos a él sombrero en mano y le expusimos nuestros deseos de hacer una información de la vida de a bordo, para compararla a ser posible con la que se observaba en los barcos bilbaínos allá a principios de este siglo, que era cuando yo andaba en la mar. Y como primera concesión a nuestro objeto, le rogamos que nos permitiera obtener de él una prueba fotográfica.
Pareció asombrarse de nuestra petición y nos dijo con su marcado acento vascongado, que podíamos recorrer el barco de proa a popa, preguntar lo que quisieramos a la tripulación, y hacer en fin cuanto nos viniera en gana, menos retratarle a él, pues era absolutamente enemigo de salir en los papeles.

LA VIDA A BORDO

No ha variado mucho la vida en los barcos bilbaínos desde los tiempos en que yo los frecuentaba. Penosa era entonces y penosa es hoy , salvo, como es natural, las asignaciones , que guardan la debida relación con la carestía que han experimentados todos los artículos.
Pero, si por lo general, si cuatro timoneles y dos mozos había entonces para el servicio de cubierta y puente, otros tantos hay hoy, sin que tampoco sufriera variación sensible el personal de maquinas.
De modo , que ya se sabe, en guardias de mar , hay un timonel de guardia en las gabillas, y otro en la serviola, que se relevan cada cuatro horas, habiendo se suprimido recientemente el " cuartillo" de las seis , que servía para cambiar las horas, a fín de que no fueran siempre los mismos los que estuvieran de guardia a prima noche y al alba.

Siguen "picandose" las horas , como antaño, con dos campanadas dobles a las dos, las seis y las diez, y con cuatro, también dobles, a las cuatro, las ocho y las doce, tanto antes como después del meridiano.
A las entradas y salidas de puerto , como en los barcos de guerra; babor y estribor de guardia , o sea todo el mundo al trabajo. Y únicamente en puerto tienen la ventaja - en los barcos de cabotaje también en la mar- de disfrutar la jornada de ocho horas.
La alimentación ha mejorado bastante, no estando ya limitada, como antes, a la alubia roja y arroz blanco - matricula de Bilbao- al cocido mas ó menos madrileño y al bistec con patatas... fritas después de cocidas. !Y aquel té de madrugada que se tomaba en tanques de a litro, que lo mismo podían utilizarse para el baldeo de la cubierta! El desayuno es ahora un poco mas sustancioso, aunque siempre será un tanto amargo, apenas abiertos los ojos ante el tradicional "Santos y buenos días nos dé Dios", !arriba muchachos!, que desde el tambucho del rancho pronuncia a diario "nostromo" el contramaestre..

AÑOREMOS..

Sin quererlo me vienen a las mentes los recuerdos de aquellos días tan lejanos que no volveremos a vivir. Y así me parece que me veo a mí mismo subiendo la escala del puente a las cuatro de una madrugada fría del invierno, en pleno canal de la Mancha, haciendo equilibrios para no caerme al subir, entre balance y balance, con un servicio en una mano y la cafetera en la otra, para llevarle el desayuno al oficial de guardia.
Guardo entre mis recuerdos el de aquel viaje desde Avilés al puerto sueco de Lulea, en el fondo del Baltico a bordo del "Serafín Ballesteros", cuando entramos en el rio Lulea rompiendo hielo con la proa a últimos de Mayo. Y mis andanzas en el pequeño pueblecillo, cuando contemplaba con mis camaradas el sol de media noche, vagando por las calles en día claro, y todo el caserío cerrado, porque contra nuestro parecer era hora de dormir. Y el cartel que elevamos en una encrucijada con un rotulo que decía: "Recuerdo de cuatro españoles que han pasado aquí cuatro días y ninguna noche".
Y recuerdo el regreso a Rotterdam, donde me quedé en tierra por un disgusto con el mayordomo y el capitán , derivado por mi negativa a trabajar por haber enmudecido contemplando las maravillas de ingeniería del canal de Kiel.
Y tengo presentes muchas otras cosas que están claras en mi imaginación a pesar de los treinta años transcurridos. El alojamiento en Rotterdam en casa de unos portugueses, por cuenta del Consulado. Los paseos por la célebre y casi bilbaína "charri calle", de la gran ciudad holandesa. El regreso a España, a Bilbao, de pasaje a bordo del "Menditarra", picando barraganetes todo el viaje. Mi embarque luego en el "Rivas", el precioso barco bilbaino de la casa Mudela. Mi viaje en él a South Bank, donde un domingo , por una botella de vino me tuvo un maquinista paseando toda la tarde en su locomotora por las innumerables vías de una inmensa factoría siderúrgica y donde al anochecer el cho de a bordo y yo fuimos obsequiados por sendos puntapiés por habernos sonreído, irreverentes al paso de un grupo de ingleses que iban entonando salmos por las calles.
Y el regreso a Bilbao, donde aquel buen capitán y excelente hombre, don Tomas Amorrortu, me dejó en tierra disgustado, porque no podía reñirme en vascuence, que yo no entendía...


Roger de Juval.
El Noticiero Bilbaíno. Octubre de 1931






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