Trueba y el Noticiero.
Memorias de un testigo.
Han
pasado 31 años desde el día en que, en medio de un verdadero diluvio, una
triste comitiva acompañó hasta su última morada los restos mortales de aquel
poeta sencillo y tierno a quien el pueblo, siempre expresivo, bautizó con el
significativo mote de “Antón, el de los
cantares”.
Muy niño era el cronista por aquel entonces y no
hubiese pensado jamás en que llegara a ocupar un puesto alrededor de la misma mesa donde el
poeta vizcaíno esculpió más de una, más
de veinte de aquellas jugosas estrofas llenas de maravillosa hermosura, de
sencillez y sinceridad.
Y sin
embargo, vine un día por la amabilidad
de los propietarios de esta publicación, que no por mis merecimientos, a formar
parte de la redacción que como nota de abolengo indiscutible tiene la de haber
cobijado en su seno por largos años, al ilustre poeta cuyo recuerdo conmemora hoy
la villa de Bilbao, por obra y gracia del esfuerzo de los que en vida fueron
sus más fieles amigos y sinceros admiradores.
Y puestos
a soñar sin cerrar los ojos, evoco los días pasados y hago un llamamiento a la
imaginación, para que me muestre, tal como ellos fueron, los tiempos en que don
Antonio de Trueba escribía sobre la misma mesa en que ahora trazo éstas mal pergeñadas líneas,
que quiero que vayan dedicadas íntegramente a su recuerdo.
Corría el
año 1888, penúltimo de la vida del poeta y dirigía entonces el Noticiero su inolvidable fundador don Manuel Echevarria, padre de una
generación de hombres buenos,- él les inculcó la bondad,- que supieron conducir
la empresa que les confió a puerto de segura salvación, siguiendo siempre el
rumbo directo, marcado en la bitácora de la honradez sin tacha y del estricto
cumplimiento del deber profesional.
Formaban
parte de la redacción además del insigne vate encartado, el redactor-jefe Sr. Albéniz, después director de “El Liberal”, don Ciriaco Zavala, don Valentín
Reparaz, don Luis Echevarría,
hijo del fundador y director cuando aquel nos abandonó para pasar a otra vida
en que encuentra el descanso harto merecido a su laboriosa existencia, y don Juan Zabala, hermano de don Ciriaco, único superviviente y en la
actualidad probo funcionario del municipio bilbaíno.
Colaboradores y contertulios había muchos, entre ellos don José María Lezama, marqués de Casa Torre, que mantuvo durante mucho tiempo una campaña en favor de la restauración y embellecimiento de la famosa torre de Santiago.
Don
Antonio de Trueba ostentaba entonces, la dirección de “La Hoja Literaria ” que todos los
lunes aparecía en “El Noticiero” por
la cual desfilaron innumerables firmas que llegaron a ser, y muchos ya lo eran
entonces, cotizadísimas en el mercado de
los valores literarios.
Cuando llegaba
don
Antonio a la redacción, que entonces estaba instalada en el mismo edificio
que estaba el Gobierno Civil, o sea en
el primer piso de la casa nº. 3 de la calle de Santa María, eran de ver las muestras de consideración y afecto que
le dispensaban sus compañeros de trabajo.
Y no
tiene nada de particular esto, si se considera que Trueba era un verdadero niño, alegre, decidor, incapaz de ofender a
nadie y excelente consejero para cualquiera que necesitase oír su opinión, siempre autorizada, sobre
cualquier asunto.
Las
únicas cosas que ponían alguna vez de
malhumor al insigne cantor de los campos
vizcaínos, eran el oír que llamasen a la
puerta de la redacción y el hecho de que se llevasen los billetes para los
teatros personas que luego no supieran concretar en dos líneas su opinión sobre
las obras a cuya representación acababan de asistir.
Para
evitarse en lo posible éstas dos causas de enojo, no encontró don Antonio medio
más apropiado que el de colocar en sitio bien visible de la entrada, un cartel
que decía así:
"Sin que estar cerrado importe
y aunque haya dentro la mar,
levántese el picaporte
y adelante sin llamar”
Y otro
que rezaba de esta manera:
“Quien lleve los billetes del “Noticiero”
ha de ser, por lo menos, gacetillero.
Y si se atreve escribirá una crónica,
pero muy breve".
Por donde
se verá, en cuanto al primer cartel, que don Antonio de Trueba se adelantó en un cuarto de siglo a las modernas
placas esmaltadas con el consabido y
lacónico " Pase usted sin llamar" que hoy adornan las puertas de casi todos los
escritorios.
Fuera de
estas dos causas de fútil encocoramiento, no había nada que alterase la
ecuanimidad del poeta, que era siempre el primero en dar la mano a todo el que
se presentara con condiciones de aspirar a ser algo en el mundo literario.
Vivo ejemplo,
y haga Dios que permanezca vivo muchos años, de lo que consignado queda, es el ilustre periodista, decano de los
de Bilbao, don Tomás Camacho director desde hace muchos años del diario vespertino
que lleva el mismo nombre del río que da vida y riqueza a la Villa de don Diego. Era don Tomás Camacho
un modesto empleado del Ferrocarril del Norte y en sus ratos de ocio, se dedicaba a fomentar la literatura y su
forma más bella: la poesía.
Súpolo
don Antonio de Trueba, por mediación
de don Juan E. Delmás, otro escritor
ilustre y colaborador asiduo de El Noticiero, y cuando tuvo ante sí al "factor
que hacía versos" le pidió una prueba de sus producciones para juzgar
por sí mismo del merito que entrañasen.
Ni corto
ni perezoso, le llevó don Tomás dos
cuadernos de más de 50 hojas cada uno, nutridas de renglones cortos. Don Antonio tuvo la paciencia de leer
todo aquel fárrago de versos y después
de leídos, condenó sin piedad, tachándolos, muchos de ellos, señaló
correcciones necesarias en otros y sólo dejó incólumes cinco o seis composiciones.
Cuando el vate fue a enterarse del dictamen de don Antonio, éste le dijo:
-Mucho bagaje
traía usted joven, afortunadamente yo lo he aligerado un poco. Escriba usted y atrévase
con más altas presas, que no le faltan
condiciones para ello. Y si puede usted escriba en prosa. Y sobre todo escriba
con sencillez.
Y Camacho escribió y triunfó, escribe y triunfa todavía.
Y Camacho escribió y triunfó, escribe y triunfa todavía.
Lo mismo
que don Tomás, alentó y protegió Trueba a muchos que luego fueron
excelentes periodistas, que sabe Dios
lo que hubieran sido sin la cariñosa
ayuda moral de don Antonio.
Entre
ellos me complazco en citar a mi
personal amigo y compañero don Ignacio
de Echevarría, que durante muchos años utilizó en El Noticiero el seudónimo de “Chimbo” y que ahora, para su provecho,
ocupa un merecidísimo puesto en la representación de la Corte
en las Diputaciones vascas.
No sólo a
los escritores protegía el gran escritor. También a los que llegaban a él en
demanda de un medio para ganarse honradamente la vida, les ayudaba en cuanto
estaba en sus manos al hacerlo. Esto pueden atestiguarlo el inteligente
administrador del Noticiero, don Wenceslao Caldera y su hermano don
Braulio, empleado de los talleres a quienes Trueba colocó en la casa hace treinticinco años y en ella continúan con gran satisfacción
de todos.
Y en
tanto que se desvivía por todos, don Antonio nada hacía por sí. Pudo ser
mucho y no fue casi nada. Otros, con menos méritos que él, escalaron grandes
puestos, mientras que el poeta se conformó con el cargo de Cronista y Archivero de Vizcaya, cuando unas Juntas Generales acordaron confiárselo, sin que él lo hubiese
solicitado.
Sencillo
hasta la exageración, ni se cuidaba del aliño en el vestir, ni disfrutaba con
otra cosa que con dar largos paseos a pie por montes y valles, admirando
siempre el riente paisaje de su querida Vizcaya.
¡Qué cúmulo de cosas podría seguir
diciendo con relación al poeta cuya desaparición lloran las provincias vascas y
España entera, desde hace 31 años...!
Pero es
imposible dar más extensión a este artículo, que no ha de ir sólo en el recuerdo que hoy dedica a Trueba El Noticiero y no tengo más remedio que
dar paz la pluma sin acabar de expresar tantas cosas como yo quisiera.
Quede,
pues, esto aquí, y que otras mejores plumas que la mía, continúe el coro de
alabanzas de llorado vate, honra y orgullo del país en que nació y donde pasó los
mejores y más largos años de su vida.
Yo, el menos indicado en esta casa, por razón
del poco tiempo que en ella llevo, no he de monopolizar la figura de don Antonio, que aún pasados 31 años,
flota en el ambiente que rodea a esta mesa en que ganamos el pan de cada día
los que seguimos haciendo “EL NOTICIERO
BILBAINO”.
Rogelio Juanes.
Roger de Juval.
Bilbao
El Noticiero Bilbaíno
Bilbao 9/3/ 920.
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