miércoles, 25 de julio de 2012

Don Antonio de Trueba



Trueba y el Noticiero.

Don Antonio de Trueba


Memorias de un testigo.

Han pasado 31 años desde el día en que, en medio de un verdadero diluvio, una triste comitiva acompañó hasta su última morada los restos mortales de aquel poeta sencillo y tierno a quien el pueblo, siempre expresivo, bautizó con el significativo mote de “Antón, el de los cantares”.

Muy niño  era el cronista por aquel entonces y no hubiese pensado jamás en que llegara a ocupar  un puesto alrededor de la misma mesa donde el poeta vizcaíno esculpió  más de una, más de veinte de aquellas jugosas estrofas llenas de maravillosa hermosura, de sencillez y sinceridad.

Y sin embargo, vine  un día por la amabilidad de los propietarios de esta publicación, que no por mis merecimientos, a formar parte de la redacción que  como nota de  abolengo indiscutible tiene la de haber cobijado en su seno por largos años, al ilustre poeta cuyo recuerdo conmemora hoy la villa de Bilbao, por obra y gracia del esfuerzo de los que en vida fueron sus más fieles amigos y sinceros admiradores.

Y puestos a soñar sin cerrar los ojos, evoco los días pasados y hago un llamamiento a la imaginación, para que me muestre, tal como ellos fueron, los tiempos en que don Antonio de Trueba escribía sobre la misma mesa en  que ahora trazo éstas mal pergeñadas líneas, que quiero que vayan dedicadas íntegramente a su recuerdo.

Corría el año 1888, penúltimo de la vida del poeta y dirigía entonces el Noticiero su inolvidable fundador don Manuel Echevarria, padre de una generación de hombres buenos,- él les inculcó la bondad,-  que supieron conducir la empresa que les confió a puerto de segura salvación, siguiendo siempre el rumbo directo, marcado en la bitácora de la honradez sin tacha y del estricto cumplimiento del deber profesional.

Formaban parte de la redacción además del insigne vate encartado, el redactor-jefe Sr. Albéniz, después director de “El Liberal”, don Ciriaco Zavala, don Valentín Reparaz, don Luis Echevarría, hijo del fundador y director cuando aquel nos abandonó para pasar a otra vida en que encuentra el descanso harto merecido a su laboriosa existencia, y don Juan Zabala, hermano de don Ciriaco, único superviviente y en la actualidad probo funcionario del municipio bilbaíno.

Monumento en su recuerdo el los Jardines de Albia.


Colaboradores y contertulios había muchos, entre ellos don  José María Lezama, marqués de Casa Torre, que mantuvo durante mucho tiempo una campaña en favor de la restauración y embellecimiento de la famosa torre de Santiago.

Don Antonio de Trueba ostentaba entonces, la dirección de “La Hoja Literaria que todos los lunes aparecía en “El Noticiero” por la cual desfilaron innumerables firmas que llegaron a ser, y muchos ya lo eran entonces, cotizadísimas  en el mercado de los valores literarios.
Cuando llegaba  don Antonio a la redacción, que entonces estaba instalada en el mismo edificio que estaba el Gobierno Civil, o sea en el primer piso de la casa nº. 3 de la calle de Santa María, eran de ver las muestras de consideración y afecto que le dispensaban sus compañeros de trabajo.
Y no tiene nada de particular esto, si se considera que Trueba era un verdadero niño, alegre, decidor, incapaz de ofender a nadie y excelente consejero para cualquiera que necesitase oír  su opinión, siempre autorizada, sobre cualquier asunto.
Las únicas cosas  que ponían alguna vez de malhumor al insigne cantor  de los campos vizcaínos, eran el oír  que llamasen a la puerta de la redacción y el hecho de que se llevasen los billetes para los teatros personas que luego no supieran concretar en dos líneas su opinión sobre las obras a cuya representación acababan de asistir.
Para evitarse en lo posible éstas dos causas de enojo, no encontró don Antonio medio más apropiado que el de colocar en sitio bien visible de la entrada, un cartel que decía así:

"Sin que estar cerrado importe
y aunque haya dentro la mar,
levántese el picaporte
y adelante sin llamar”

Y otro que rezaba de esta manera:

“Quien lleve los billetes del “Noticiero”
ha de ser, por lo menos, gacetillero.
Y si se atreve escribirá  una crónica,
pero muy breve".

Por donde se verá, en cuanto al primer cartel, que don Antonio de Trueba se adelantó en un cuarto de siglo a las modernas placas esmaltadas  con el consabido y lacónico " Pase usted sin llamar" que hoy  adornan las puertas de casi todos los escritorios.
Fuera de estas dos causas de fútil encocoramiento, no había nada que alterase la ecuanimidad del poeta, que era siempre el primero en dar la mano a todo el que se presentara con condiciones de aspirar a ser algo en el mundo literario.
Recuerdo en su pueblo natal.

Casa en la que vivió su infancia.

Vivo ejemplo, y haga Dios que permanezca vivo muchos años, de lo que consignado  queda, es el ilustre periodista, decano de los de Bilbao, don Tomás Camacho director desde hace muchos años del diario vespertino que lleva el mismo nombre del río que da vida y riqueza a la Villa de don Diego. Era don Tomás Camacho un modesto empleado del Ferrocarril del Norte y en sus ratos de ocio, se dedicaba a fomentar la literatura y su forma más bella: la poesía.

Súpolo don Antonio de Trueba, por mediación de don Juan E. Delmás, otro escritor ilustre y colaborador asiduo  de El Noticiero, y cuando tuvo ante sí  al "factor que hacía versos" le pidió una prueba de sus producciones para juzgar por sí mismo del merito que entrañasen.
Ni corto ni perezoso, le llevó don Tomás dos cuadernos de más de 50 hojas cada uno, nutridas de renglones cortos. Don Antonio tuvo la paciencia de leer todo aquel fárrago  de versos y después de leídos, condenó sin piedad, tachándolos, muchos de ellos, señaló correcciones necesarias en otros y sólo dejó incólumes cinco o seis composiciones. Cuando el vate fue a enterarse del dictamen de don Antonio, éste le dijo:

-Mucho bagaje traía usted joven, afortunadamente yo lo he aligerado un poco. Escriba usted y atrévase  con más altas presas, que no le faltan condiciones para ello. Y si puede usted escriba en prosa. Y sobre todo escriba con sencillez.
Y Camacho  escribió y triunfó, escribe y triunfa todavía.
Lo mismo que don Tomás, alentó y protegió Trueba a muchos que luego fueron excelentes periodistas, que sabe Dios lo que hubieran sido sin  la cariñosa ayuda moral de don Antonio.
Entre ellos me  complazco en citar a mi personal amigo y compañero don Ignacio de Echevarría, que durante muchos años utilizó  en El Noticiero el seudónimo de “Chimbo” y que ahora, para su provecho, ocupa un merecidísimo puesto en la representación de la Corte  en las Diputaciones vascas.
No sólo a los escritores protegía el gran escritor. También a los que llegaban a él en demanda de un medio para ganarse honradamente la vida, les ayudaba en cuanto estaba en sus manos al hacerlo. Esto  pueden atestiguarlo el inteligente administrador del Noticiero, don Wenceslao Caldera y su hermano don Braulio, empleado de los talleres a quienes Trueba colocó en la casa hace treinticinco  años y en ella continúan con gran satisfacción de todos.
Y en tanto que se desvivía  por todos, don Antonio nada hacía por sí. Pudo ser mucho y no fue casi nada. Otros, con menos méritos que él, escalaron grandes puestos, mientras que el poeta se conformó con el cargo de Cronista y Archivero de Vizcaya, cuando unas Juntas Generales acordaron confiárselo, sin que él lo hubiese solicitado.
Sencillo hasta la exageración, ni se cuidaba del aliño en el vestir, ni disfrutaba con otra cosa que con dar largos paseos a pie por montes y valles, admirando siempre el riente paisaje de su querida Vizcaya. ¡Qué cúmulo  de cosas podría seguir diciendo con relación al poeta cuya desaparición lloran las provincias vascas y España entera, desde hace 31 años...!

Pero es imposible dar más extensión a este artículo, que no ha de ir  sólo en el recuerdo que hoy dedica a Trueba  El Noticiero y no tengo más remedio que dar paz la pluma sin acabar de expresar tantas cosas como  yo quisiera.

Quede, pues, esto aquí, y que otras mejores plumas que la mía, continúe el coro de alabanzas de llorado vate, honra y orgullo del país en que nació y donde pasó los mejores y más largos años de su vida.
 Yo, el menos indicado en esta casa, por razón del poco tiempo que en ella llevo, no he  de monopolizar la figura de don Antonio, que aún pasados 31 años, flota en el ambiente que rodea a esta mesa en que ganamos el pan de cada día los que seguimos haciendo “EL NOTICIERO BILBAINO”.

Rogelio Juanes.
Roger de Juval.
Bilbao
El Noticiero Bilbaíno
Bilbao 9/3/ 920.


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