martes, 17 de marzo de 2020


RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS

      Según nuestras noticias, anteayer, miércoles, se hicieron a la mar, con rumbo a Nueva York, desde Southampton y Cherburgo, respectivamente, los colosos del Océano "Queen Mari"' y "Normandie", que arbolan los pabellones inglés y francés, y que tratan de conseguir, cada uno para si y para su nación respectiva, la hegemonía del Atlántico Norte, entre la costa europea y la americana.
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  El Queen Mary

     Dicen que no entra en el ánimo del capitán del "Queen Mary" tratar de arrebatar a su contrincante francés el gallardete azul, ni aun aprovechando a su favor la diferencia de cincuenta millas determinada por los meridianos de ambos puertos de salida; pero cualquiera que conozca un poco la idiosincrasia especial de los marinos, y muy en particular la de los británicos, no dudará un momento en afirmar que saldrá a relucir el amor propio, y que el "Queen Mary" , a despecho de todos los propósitos hará cuanto esté en su mano—y en sus máquinas—para ganar algunos minutos en la travesía a su formidable contrincante.
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   El Normandie.

  Todo esto trae a la mente del cronista, a quien empieza a abrumar el peso de los años, el recuerdo de otras épocas en que surcaban la mar. en todas direcciones, barcos menos recargados de instalaciones lujosas, menos dotados de elementos casi dominadores de las iras de Neptuno— aunque al fin y a la postre Neptuno puede poder con todo—, pero infinitamente más gallardos, más bellos en la concepción pura del arte, más sujetos a la norma de la estampa ma - rinera clásica, más fieles sustentadores de la silueta típica del hombre de mar. con.su barba corrida, con sus amarillentas ropas de agua bien aceitadas, con el clásico sueste calado hasta los ojos, con los recios zapatones o las botas ensebadas altas hasta el muslo, con su catalejo metálico lleno de abolladuras, y con el compás de sus piernas bien abierto sobre las tablas de cubierta para sortear los balances que, a las veces, dan un baño de agua salada a los penóles de las vergas. 
  
  El cronista recuerda aquellos veleros de tantas clases de aparejo: humildes pataches y quechemarines; airosas goletas y pailebotes; esbeltos bergantines redondos; pesadas polacras sin cofas ni mastelerillos, grandes barcas de tres palos y ligeros "bricks" y fragatas de alto bordo que salían a la mar con víveres para un año y una abundante pipería para que no llegase, a ser posible, el fiero tormento de la sed, el mayor enemigo de los hombres de mar de antaño... Entre aquellos barcos, que el cronista conoció en las postrimerías de su Imperio de siglos sobre los mares todos, que el cronista recuerda en los tiempos en que ya los vapores abandonaban todo su parecido con los veleros, en los tiempos en que en nuestra Marina mercante ya no "cruzaban" en el trinquete y el mayor más que algunos "correos de López"-—la actual Trasatlántica—y dos o tres Pinillos, de Cádiz, y de Gallart J . Jover Serra, de Barcelona, entre aquellos veleros que iban extinguiendose estrangulados por el progreso, los había rápidos y valientes para la mar, capaces de hacer largas travesías en poco más tiempo del que entonces empleaban los vaporones dotados de máquinas de triple expansión y calderas multitubulares dobles, última palabra entonces de la ingeniería naval.

    Un caso especial viene a la memoria del cronista, que bien merece ser recordado al cabo de los años. Era allá por el 96, cuando España estaba empeñada en la última de las guerras que acabaron con su Imperio cotoníal. El bric-barca "Teresa", de la Matricula catalana de Masnou, esbelto  velero de trescientas toneladas ,casco de madera perfectamente forrado en cobre, con su aparejo nuevo constituido en los palos trinquete y mayor por gavias altas y bajas, Juanetes, masteleros y sobres, y en el de mesana por la mavor y la escandalosa, más las velas auxiliares de foques y petifoques arrastraderas. papagallos y velas de estay y con todo el cordaje que a los profanos les parece un lío inacabable de cuerdas de todas clases y que los marinos saben distinguir por sus verdaderos nombres y por el uso iremplazable a que se destina  cada una, el 'Teresa" repitamos, con sus bodegas bien repletas de pipas de vino convenientemente estibadas y con una cubertada de lo mismo, trincada como mandan los cánones de la mar, salió del puerto de su matrícula, aprovechando bien el viento, una mañana del mes de mayo, y navegando en popa, o en bolina, se presentó a los tres días en el Estrecho de Gibraltar, que logró dejar por la popa remontando la punta de Europa, en Tarifa, para verse en pleno Atlántico en su cuarta singladura a partir de su salida de Masnou.
Óleo de autor desconocido: Bricbarca "Teresa" Veleros, Barcos, Dibujo Marinero, Alta Mar, Marineros, Pinturas, Dibujos, Cuadro
 El bricbarca  "Teresa" ( Oleo de autor desconocido)

   Esto, que ya en sí representa, una proeza para un velero de las condiciones del "Teresa", no fué nada en comparación con el resto de la travesía. 
    A los quince días justos de su paso por el Estrecho, el serviola de proa avistó el faro de Materñillos, en la costa Norte de Cuba, y corriendo bordadas, pasó a la vista de Sagua, de Matanzas, de La Habana, El Mariel y Bahía Honda, para avistar al anochecer el faro Roncali, en la punta de San Antonio, entrando por el canal de la Florida en el mar Caribe para recalar en Cayo Piedras del Sur al iniciarse la singladura veinte de su diario de navegación. 

Ya de allí, todo fué bien hasta el puerto de destino: Cienfuegos. que tomó sin dificultad después de un dia de bordear a la vista de la Siguanea llegando hasta la entrada de Casilda -el puerto de Trinidad—, para virar de bordo y regresar hasta la boca del grandioso puerto de Jagua, en cuyo fondo se asienta la bella ciudad de Cienfuegos. Resultado de imagen de cienfuegos cuba

Y a los veintiún días justos de su salida de Masnou, el "Teresa" quedó atracado al muelle de Torriente, del puerto cienfueguero, donde descargó el vino que llevaba y empezó a cargar los sacos de azúcar que para el barco estaban preparados en los vastos almacenes de la casa Castaños, la más importante, entonces, de la isla.

 Si en aquella época, iayl, harto lejana, existiera el grimpolón azul para veleros, seguramente se le habría adjudicado al "Teresa", de la matrícula de Masnou. 
Roger de JUVAL.
 Bilbao, julio 1936. 
Noticiero Bilbaino 31 de Julio de 1936.

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