RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS
Según
nuestras noticias, anteayer, miércoles, se hicieron a la mar, con
rumbo a Nueva York, desde Southampton y Cherburgo, respectivamente,
los colosos del Océano "Queen Mari"' y "Normandie",
que arbolan los pabellones inglés y francés, y que tratan de
conseguir, cada uno para si y para su nación respectiva, la
hegemonía del Atlántico Norte, entre la costa europea y la
americana.
El Queen Mary
Dicen que no entra en el ánimo del capitán del "Queen
Mary" tratar de arrebatar a su contrincante francés el
gallardete azul, ni aun aprovechando a su favor la diferencia de
cincuenta millas determinada por los meridianos de ambos puertos de
salida; pero cualquiera que conozca un poco la idiosincrasia especial
de los marinos, y muy en particular la de los británicos, no dudará
un momento en afirmar que saldrá a relucir el amor propio, y que el
"Queen Mary" , a despecho de todos los propósitos hará
cuanto esté en su mano—y en sus máquinas—para ganar algunos
minutos en la travesía a su formidable contrincante.
El Normandie.
Todo esto trae
a la mente del cronista, a quien empieza a abrumar el peso de los
años, el recuerdo de otras épocas en que surcaban la mar. en todas
direcciones, barcos menos recargados de instalaciones lujosas, menos
dotados de elementos casi dominadores de las iras de Neptuno—
aunque al fin y a la postre Neptuno puede poder con todo—, pero
infinitamente más gallardos, más bellos en la concepción pura del
arte, más sujetos a la norma de la estampa ma - rinera clásica, más
fieles sustentadores de la silueta típica del hombre de mar. con.su
barba corrida, con sus amarillentas ropas de agua bien aceitadas, con
el clásico sueste calado hasta los ojos, con los recios zapatones o
las botas ensebadas altas hasta el muslo, con su catalejo metálico
lleno de abolladuras, y con el compás de sus piernas bien abierto
sobre las tablas de cubierta para sortear los balances que, a las
veces, dan un baño de agua salada a los penóles de las vergas.
El
cronista recuerda aquellos veleros de tantas clases de aparejo:
humildes pataches y quechemarines; airosas goletas y pailebotes;
esbeltos bergantines redondos; pesadas polacras sin cofas ni
mastelerillos, grandes barcas de tres palos y ligeros "bricks"
y fragatas de alto bordo que salían a la mar con víveres para un
año y una abundante pipería para que no llegase, a ser posible, el
fiero tormento de la sed, el mayor enemigo de los hombres de mar de
antaño... Entre aquellos barcos, que el cronista conoció en las
postrimerías de su Imperio de siglos sobre los mares todos, que el
cronista recuerda en los tiempos en que ya los vapores abandonaban
todo su parecido con los veleros, en los tiempos en que en nuestra
Marina mercante ya no "cruzaban" en el trinquete y el mayor
más que algunos "correos de López"-—la actual
Trasatlántica—y dos o tres Pinillos, de Cádiz, y de Gallart J .
Jover Serra, de Barcelona, entre aquellos veleros que iban
extinguiendose estrangulados por el progreso, los había rápidos y
valientes para la mar, capaces de hacer largas travesías en poco más
tiempo del que entonces empleaban los vaporones dotados de máquinas
de triple expansión y calderas multitubulares dobles, última
palabra entonces de la ingeniería naval.
Un caso especial viene a la
memoria del cronista, que bien merece ser recordado al cabo de los años. Era allá por el 96, cuando España estaba empeñada en la
última de las guerras que acabaron con su Imperio cotoníal. El
bric-barca "Teresa", de la Matricula catalana de Masnou,
esbelto velero de trescientas toneladas ,casco de madera perfectamente
forrado en cobre, con su aparejo nuevo constituido en los palos trinquete y mayor por gavias altas y bajas, Juanetes, masteleros y sobres, y en el de mesana por la mavor y la escandalosa, más las velas auxiliares de foques
y petifoques arrastraderas. papagallos y velas de estay y con todo el cordaje que a los profanos les parece
un lío inacabable de cuerdas de
todas clases y que los marinos saben
distinguir por sus verdaderos nombres y por el uso iremplazable a que se destina cada una, el 'Teresa" repitamos, con sus bodegas bien repletas de pipas de vino convenientemente estibadas y con una cubertada de lo mismo, trincada como mandan los
cánones de la mar, salió del puerto
de su matrícula, aprovechando bien el viento, una mañana del mes de
mayo, y navegando en popa, o en bolina, se presentó a los tres días en el
Estrecho de Gibraltar, que logró dejar por la popa remontando la punta
de Europa, en Tarifa, para verse en pleno Atlántico en su cuarta singladura a partir de su salida de Masnou.
El bricbarca "Teresa" ( Oleo de autor desconocido)
Esto, que ya en sí representa, una
proeza para un velero de las condiciones del "Teresa", no fué nada en comparación con el resto de la travesía.
A los quince días justos de su
paso por el Estrecho, el serviola de
proa avistó el faro de Materñillos, en
la costa Norte de Cuba, y corriendo
bordadas, pasó a la vista de Sagua,
de Matanzas, de La Habana, El Mariel y Bahía Honda, para avistar al
anochecer el faro Roncali, en la punta de San Antonio, entrando por el
canal de la Florida en el mar Caribe
para recalar en Cayo Piedras del Sur
al iniciarse la singladura veinte de
su diario de navegación.
Ya de allí, todo fué bien hasta el
puerto de destino: Cienfuegos. que
tomó sin dificultad después de un dia
de bordear a la vista de la Siguanea
llegando hasta la entrada de Casilda -el puerto de Trinidad—, para virar
de bordo y regresar hasta la boca del
grandioso puerto de Jagua, en cuyo
fondo se asienta la bella ciudad de
Cienfuegos.
Y a los veintiún días justos de su
salida de Masnou, el "Teresa" quedó
atracado al muelle de Torriente, del puerto cienfueguero, donde descargó
el vino que llevaba y empezó a cargar los sacos de azúcar que para el
barco estaban preparados en los vastos almacenes de la casa Castaños, la
más importante, entonces, de la isla.
Si en aquella época, iayl, harto lejana, existiera el grimpolón azul para
veleros, seguramente se le habría adjudicado al "Teresa", de la matrícula de Masnou.
Roger de JUVAL.
Bilbao, julio 1936.
Noticiero Bilbaino 31 de Julio de 1936.
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